Minutos antes


Muchas veces se ha debatido el tema de cómo la “respuesta perfecta” (a una discusión, o simplemente un comentario adecuado, gracioso o preciso) nos llega días después del momento en que hubiese sido necesario, horas más tarde en el colectivo o incluso, más molesto aún, nos llega un tema después y ya nos es imposible volver atrás. Están aquellos que, con obstinada persistencia, no pueden abandonar la “respuesta perfecta” y recurren a los típicos: “ahhh… y con respecto a lo que decíamos antes…” (o cualquiera de sus variantes, como ser: “volviendo…”, “Déjame agregar una cosita del tema anterior…” o “me quedé pensando en lo que deciamos…”), perdiendo el elemento central que es la espontaneidad; hay otros que de manera más elaborada, intentan desviar toda la conversación para encausarla en el tema abandonado, o conseguir algún momento en que le sea permitido volver a usar la frase planeada.Pero no es este el tema del post, ya que, en mi caso, a mi las “respuestas perfectas” no llegan después de una charla, sino ANTES de que esta ocurra. ¿Nunca las pasó que antes de llegar a algún lugar piensan alguna conversación hipotética que podrían llegara tener o alguna forma de contar una anécdota?. Bueno… estás charlas tienen tal fluidez y espontaneidad en mi cerebro que de ella surgen las réplicas más hilarantes e incisivas que, lamentablemente, se perderán para siempre. Las charlas nunca empiezan como yo lo había pensado, el interlocutor no responde como lo había previsto, una sucesión interminable de errores llevan a que se pierda por completo el libreto de mi cabeza.

Así que, sépanlo, yo antes de que ustedes se encuentren conmigo… era muy inteligente y graciosa, son ustedes los que no colaboran.

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